La gamificación de la sociedad
- La crisis estimula que se juegue
por la ilusión de obtener premios que permita salir del agujero o al
menos aliviar las dificultades
“Una cosa es cierta: que de cada ciento gana uno. Pero eso ¿a mí que me importa?”
Históricamente se constata que en las épocas de
crisis económica crece el juego y se expanden las religiones. La razón
es simple: las dificultades alimentan las ilusiones, la religión ofrece
soluciones mágicas y el juego produce expectativas de éxito. Tiene su
lógica. La desesperanza, los apuros económicos, la falta de una
perspectiva positiva… producen un efecto de búsqueda de resultados
rápidos, de golpes de suerte para abandonar las situaciones difíciles,
de encontrar algo en lo que creer cuando se pierde la confianza en sí
mismo. Lo dicen los sociólogos y los psicólogos: los sectores más
vulnerables se aferran a sus creencias y a tercas e infundadas
esperanzas.
Si nos centramos en el juego, vienen a la memoria la proliferación de las apuestas durante la Gran Recesión de los años treinta o incluso series como Peaky Blinders.
Muchas veces está asociado a actividades ilegales, pero otras son
loterías y juegos que organizan los propios Estados. Ahora adopta muchas
formas. Están las clásicas lotería, quiniela, bonoloto, casinos, cupón
ONCE… Desde el proceso de legalización de las casas de apuestas y
casinos online en España que se inició con la Ley 13/2011, está incluido
el juego online (las apuestas deportivas, el póker, la ruleta y el
bingo online), una modalidad hasta entonces poco asentada en España y
que se ha convertido en la modalidad preferida de los jugadores más
jóvenes. Pero el fondo de la motivación es la misma: la crisis
estimula que se juegue por la ilusión de obtener premios que permita
salir del agujero o al menos aliviar las dificultades
En los últimos años hemos asistido a la proliferación en España de locales de juego y apuestas. Es muy sintomático que los lugares donde más crecen son los barrios humildes.
Ya me lo venían contando los alumnos en Vallecas, con brillo en los
ojos, una impulsividad a flor de piel y la excusa de que controlaban. Se
junta la necesidad de hacer algo de dinero, la creencia de que pueden
ganarlo aprovechando, por ejemplo, los conocimientos del futbol, y que
las empresas regalan cantidades para empezar a jugar (y para enganchar)
como si fuera droga gratis hasta que se genera la adicción. Se facilita
el juego al poderse apostar en los salones o a través del móvil, algo
que resulta más adictivo incluso que el juego presencial. El resultado
del juego es fabricar ludópatas y entonces, esta adicción que ha surgido
de manera invisible, se convierte en un grave problema social.
El tema no es ninguna broma si vemos las cifras. El
crecimiento del volumen de juego por Internet en España ha sido
meteórico y se han multiplicado por cuatro con la ley del Juego de 2011.
En 2018, existen 812.000 jugadores activos de media mensual, lo que
supone un aumento del 30,71% respecto al año anterior. Hay 3.130 casas
de juego. En 2017 los clientes de juegos de azar invirtieron 41.827,6
millones de euros, la cifra más alta jamás registrada. El juego real en apuestas deportivas se ha multiplicado por casi un 2,5 en seis años. En 2012 las cantidades jugadas a través de Internet suponían 2.726 millones y en 2016 ascendían a 10.885 millones. Según la Dirección General de Ordenación del Juego solo en el segundo trimestre de 2018 se han realizado apuestas online por un valor de 4.165 millones de euros, un 27% más que el mismo trimestre del año anterior, y de 4.251 millones en el tercer trimestre.
Es
tremenda la agresividad de la publicidad, el gasto y la utilización de
referentes sociales especialmente de cara a los jóvenes. En el tercer
trimestre de 2018 la inversión en publicidad fue de 75,86 millones. En
cuanto a famosos que participan en la venta del juego, destacan
deportistas como Casillas y Cristiano Ronaldo, presentadores de TV como
Carlos Sobera y otros actores conocidos. Ya les vale. El mercado y la
supuesta libertad no pueden amparar todo. Es muy difícil pedir ética a
empresas sin escrúpulos que solo quieren ganar dinero. Pero es muy
fuerte lo de estos personajes afamados haciendo de gancho. Y cuando
falta la ética, tiene que aparecer la norma que regule y proteja a la
ciudadanía. No se entiende que haya limitación para la publicidad del
tabaco o el alcohol y exista barra libre para la publicidad del juego
que, aunque teóricamente está prohibido a menores, en la práctica están
muy expuestos y consiguen jugar.
Por ello, es importante que en el acuerdo entre el Gobierno y Unidos Podemos sobre los Presupuestos Generales del Estado para 2019 se incluya el punto 13
dirigido a proteger a la sociedad de los juegos de azar, las apuestas
en línea y de la ludopatía. Se acuerda la aprobación de una regulación
de la publicidad del juego de azar y apuesta en línea de ámbito estatal
similar a la de los productos del tabaco.
También, hace pocas semanas, el Congreso de los Diputados ha aprobado una moción
presentada por Unidos Podemos (con la sola abstención del PNV) sobre
los juegos de azar y las apuestas. En ella se llama al Gobierno a actuar
de forma urgente para prohibir la publicidad en los medios de
comunicación y por personajes famosos, las casas de apuestas cerca de
institutos y colegios, las promociones o regalo de crédito como
enganche, así como la mejora de la oferta de ocio dirigida a los
jóvenes.
Lo cierto es que estamos ante un serio problema
social y ya han empezado a movilizarse los barrios. Un ejemplo, el
pasado octubre lo hicieron los vecinos de Tetuán en Madrid. No es para
menos. La proliferación de las casas de apuestas y los problemas
sociales y familiares que producen se reflejan en esta denuncia que hace
el sacerdote Javier Baeza de la parroquia de San Carlos Borromeo de
Vallecas: “Estamos atendiendo a familias de chavales
que se buscan la vida con pequeños hurtos para poder apostar. Lo que
hicieron sus padres y madres para poder sobrevivir, pero ahora para
apostar”. Urge abordar los peligros del juego en una sociedad en descomposición y en sectores importantes de una juventud sin causa.
Fuente: Cuarto Poder
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