El objetivo prioritario de la educación

LA VIDA EN EL CENTRO

En prácticamente todas las conferencias, charlas, debates, jornadas, etc del ámbito educativo, independientemente de la temática  educativa que toque tratar, mucha gente termina preguntándose y dando vueltas a la misma pregunta: ¿Qué papel debería jugar la escuela en la sociedad de hoy? Cada una de las leyes educativas que se van sucediendo, inciden en mantener el status quo de una sociedad que no es precisamente justa colocando a la escuela al servicio del mercado, una escuela acrítica, individualista y devoradora del planeta. No obstante, estas leyes educativas, en el mejor de los casos, intentan dar respuesta a esta pregunta ofreciendo  respuestas, entre otras cosas, tan amplias y extensas que no son sencillamente viables.

La escuela debe trasmitir un currículo cada vez más amplio que l@s niñ@s deben memorizar, comprender y demostrar que lo han aprendido.  Paralelamente tiene que desarrollar en sus alumn@s competencias de aprendizaje, actitudes y valores.

Este currículo cada vez agobia más y determina los ritmos y los métodos de enseñanza ya que el desarrollo de competencias, de actitudes y valores no se adquiere  rápidamente ni memorizando sino interaccionando, participando, deduciendo y experimentando de forma activa. Y estos procesos son lentos. Lentos pero seguros.

La escuela no puede ser una marioneta en manos de los gobiernos, la escuela debería “poner la vida en el centro” preciosa expresión que se escucha con frecuencia últimamente. Debería enseñar siempre y en todo momento, cosas vitales e indiscutibles.  Orientar sus enseñanzas y acciones a cuidar la vida: la vida de las personas, la vida de las comunidades y la vida del planeta. Con este objetivo central sería más fácil diseñar un currículo y una forma de funcionamiento de las escuelas válido para cualquier momento y para cualquier ley educativa.
Las escuelas vamos con frecuencia  agobiadas por terminar el temario impuesto, por  comprobar que los niños lo han engullido y por traducirlo en última instancia a una nota numérica. ¿Qué número puede reflejar la complejidad de cada aprendizaje y de  cada persona?
Este agobio por trasmitir lo que nos dicen que trasmitamos nos lleva con frecuencia a dar la espalda a las necesidades cotidianas de las personas, del entorno, de la comunidad y a los conocimientos cercanos a la vida.
El objetivo prioritario de la escuela debería ser “enseñar a  reconocernos como seres vivos interdependientes, partes de una frágil red formada por clima, agua, plantas, aire… que está seriamente en peligro. Aprender a cuidarnos y a cuidar, entender que sin cuidados no existiría nuestra especie y sacar a la luz todos los trabajos invisibles que los garantizan. Adaptarnos a los ritmos de la vida que son a menudo lentos porque la lentitud es necesaria para que las transformaciones ocurran y los ciclos se cierren.
Una escuela vinculada a su territorio próximo  y que permita vivir el territorio próximo como escuela, abriéndole  las puertas a los conocimientos de las familias, los profesionales, a otros colectivos…
Una escuela consciente y diversa donde nadie se sienta fuera, donde nadie es menos que el resto y donde cada cual encuentra el lugar donde es capaz de aprender y enseñar.
Una escuela que considere a los niños y niñas como actores sociales inteligentes capaces de proponer, de tomar decisiones colectivas, de hacer proyectos grupales, de repartirse las tareas cotidianas, responsabilizarse, cuidarse y cuidar a otras personas y al entorno”.
Una escuela que eduque para ser felices, buenas personas y buen@s ciudadan@s, respetuos@s, crític@s, implicad@s con la comunidad, tolerantes y solidari@s.
Pongámonos manos a la obra. En la Comisión de educación de Leganés trabajamos con entusiasmo para generar esos espacios y esas condiciones que hagan posible que la escuela ponga "la vida en el centro". ¿Nos ayudas?
(Los párrafos entrecomillados y en cursiva pertenecen al libro “Cambiar las gafas para ver el mundo” de Yayo Herrero, Fernando Cembranos y Marta Pascual)

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